EL INFINITO EN UN JUNCO de Irene Vallejo.
«Los libros no han perdido del todo ese primitivo valor que tuvieron en Roma, la sutil capacidad de trazar un mapa de los afectos y las amistades. Cuando unas páginas nos conmuevan, un ser querido será el primero a quien hablaremos de ellas. Al regalar una novela o un poemario a alguien que nos importa, sabemos que su opinión sobre el texto se reflejará sobre nosotros»
Irene Vallejo, El infinito en un junco
Así, a través de amigos, me llegaron las noticias de un libro que en los últimos tiempos ha revolucionado a los buenos lectores y que ha seducido a los más exigentes desde las primeras líneas. Este ha sido la magistral obra sobre la historia de los libros “El infinito en un junco” de la filóloga aragonesa Irene Vallejo. Ya el título de la obra me resultó sugestivo y el subtitulo aclaró el tema: la invención de los libros en el mundo antiguo. Se trata de un canto a los libros desde una óptica totalmente subjetiva, escrito por alguien que realmente los ama y además nos lo transmite de una manera tremendamente pasional, pues la conexión que se ha establecido entre lectora y escritora es excepcional (quizás el estudio de los clásicos nos acerca).La obra, calificada de ensayo, adquiere a veces la forma de una crónica de viajes que utiliza los libros como un artilugio que nos traslada en el tiempo recorriendo un espacio de treinta siglos, desde la antigua Alejandría hasta Oxford pasando por la imaginaria borgiana Torre de Babel o Herculano, y donde dignos acompañantes se sientan a nuestro lado: Alejandro Magno, Borges, Ptolomeo, Tolkien, Safo, Kundera, Marcial, Eco, Homero...
El libro está contado con anécdotas y curiosidades divertidas, con detalles precisos, con una extraordinaria documentación del mundo antiguo y con una verdadera pasión por la lectura, ambas propias de una buena filóloga clásica, y con referencias autobiográficas que nacen de sus recuerdos tratado con tal sensibilidad, y dulzura que hace que en muchas ocasiones la emoción y la ternura te acaricien la vista.
Gracias a esta obra, no sé si apta para lectores poco formados, la autora saca del olvido y resucita de entre las ruinas y el polvo los templos que custodiaron los libros, sus guardianes con la intención de establecer lazos entre el mundo clásico y el actual, entre un pasado y un presente que nos muestra que el ser humano tiene mas elementos en común con sus antepasados que los que a veces pensamos.
Y así se entiende ahora el título, la capacidad del ser humano de imaginar y crear es infinita como infinito es también el mundo de nuestras pasiones, emociones, experiencias; pero esa infinidad puede encerrarse tanto en el corazón de esa planta frágil, dúctil y pequeña con cuyas fibras se hicieron los primeros papiros como en un moderno artefacto diminuto de plástico y cristal.
“En cierto sentido, todos los lectores llevamos dentro íntimas bibliotecas clandestinas de palabras que nos han dejado huella”.
Irene Vallejo, El infinito en un junco
L.V.
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